El que las vasijas de arcilla, hechas por los pueblos primitivos, no estuieran barnizadas, sugiere un paralelo a su propia familiaridad con la desnudez, y no parece tampoco inadecuado que hubieran sufrido el menor pudor por las formas de arcilla desnudas. Con la mulitplicidad de vestimenta nos hemos vuelto soficticados y nos avergonazmos de nuestros cuerpos y de una manera no menos conveniente hemos cubierto completamente nuestras cerámicas con barnices. La belleza de la arcilla ha sido olvidada y aún más la exquisita relación entre la arcilla y el barniz que encuentra su máximo apogeo en la cerámica clásica oriental.
Bernard Leach, el manual del ceramista.
Cuánto me alegro chicos. Siento que es lo que tenían que hacer, continúo apostando a la cerámica que está por nacer. Les mando un abrazo fuerte.
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